jueves, 14 de marzo de 2013

Capítulo 18


Me levanté llena de energía. Bajé corriendo a desayunar y cuando entré en la cocina me encontré con todos. Mamá y Tom pintando en un papel y papá con el delantal que le regalé por navidad, preparando una montaña gigantesca de tortitas. Me senté al lado de mi hermano y le revolví el pelo. El pequeño se quejó pero luego me enseñó su bonita sonrisa. Me pasó un lápiz verde y dejó que yo también ayudara en aquel dibujo. Al final nada de lo que había en el papel tenía sentido. Tom había dibujado un dinosaurio pilotando una nave. Mamá había pintado un jardín lleno de flores muy coloridas y yo había conseguido dibujar malamente una cara sonriente. Yo no había nacido con ese don, así que tampoco me esforcé demasiado.

  •          ¿Qué tal has dormido, cielo? – me preguntó mamá.
  •           Demasiado bien. Aunque sigue entrando luz, necesito que me lo arregléis.
  •          Vale. Habrá que llamar a alguien para que lo arregle – dijo mamá.
  •           Yo puedo hacerlo – dijo mi padre pero con tan mala suerte que al decirlo se dio la vuelta con la sartén en la mano y acabó tirando varias tortitas al suelo.


Los tres nos empezamos a reír de él. No era demasiado manitas. Siempre que intentaba arreglar algo, acababa estropeándolo más. No tenía remedio. Le ayudé a limpiar todo el estropicio y después servimos el desayuno.

  •           Mamá – dije con la boca llena. – Necesito tu ayuda para una cosa.
  •           ¿Para qué? – preguntó sin levantar la vista del periódico que acababa de abrir.
  •         El tío Doug me ha dado muchas fotos del abuelo – mi madre dejó de leer y me miró curiosa. – Me gustaría poner varias en el cuarto de lectura. ¿Me ayudarías a ponerlas?
  •           ¡Claro! – se notaba que le encantaba la idea. – Pero hay una que me gustaría enmarcar y ponerla en el salón.
  •           ¡Yo también quiero ayudar! – gritó mi hermano.
  •           Vale, pero… ¿Qué te parece si primero vemos Star Wars? – a Tom se le iluminaron los ojos y asintió varias veces.


Cuando acabamos de desayunar, limpié los cacharros y después me fui con mi hermano al salón. Puse la película y nos tiramos en el sofá. Esta vez mi madre también nos acompañó. Se sentó entre mi hermano y yo y disfrutó de la película como lo solía hacer antes.

Al acabar, los tres nos subimos a mi cuarto y empezamos a desperdigar todas las fotos por el suelo. Tom solo cogía las que salía mi abuelo tocando la guitarra. Creo que alguien quería seguir sus pasos. Mamá seleccionó varias donde salían sus padres. Aunque lo intentase disimular, podía ver perfectamente cómo se quitaba rápidamente varias lágrimas. Pero eran lágrimas de felicidad.

  • Me gusta mucho este foto – dijo mi madre sacando una del montón.

  •           ¿Son los abuelos? – preguntó Tom.
  •           Si, enano. Parece su boda, ¿no, mamá? – levanté la mirada y la vi llorando a mares.
  •         Tu abuelo quería mucho a tu abuela. El día que se casaron fue el día más feliz de su vida – suspiró y con la manga de su chaqueta hizo desaparecer las lágrimas traicioneras. – Eran tal para cual. Amor verdadero.
  •           Se le ve feliz – dije mirando atentamente la foto.
  •           Pues a mí me gusta ésta – dijo Tom enseñándonos una foto muy graciosa.

  •          Parece que se la vaya a comer – dije y los tres reímos. – Me gusta. Aunque las que más me gustan son estas dos.



  •           Mamá, de bebé eras una monada, no sé qué te ha pasado… - bromeé y mi madre cogió mi almohada y me pegó.
  •        Qué graciosa eres hija mía – me sonrió y después seguimos mirando fotos para seleccionar las más bonitas.


     Al final conseguimos separar las que más nos gustaban y ponerlas en el cuarto de lectura. Una vez listo, lo miré detenidamente. No podía parar de sonreír. En todas las fotos se les veía felices, no sé cómo lo conseguían. Era como si todo fuera fácil. Alguien decía una tontería, te reías y ya está. Sin problemas ni preocupaciones, así debió ser la vida de mis abuelos.

     Mientras recogíamos, mamá no paraba de buscar una foto desesperadamente. Y hasta que no la encontró, no paró. Le dio un beso como si fuese una persona y sin decir nada se fue. Me quedé un poco extrañada. Seguramente iría a enseñársela a mi padre o algo así. Cuando terminé de recoger, bajé con Tom al salón, pero al no ver a nadie salimos al jardín para que nos diera un poco el sol. Jugamos con la pelota y veinte minutos después vimos a mamá aparecer por la verja.

  •          ¿Mamá? – me estaba empezando a preocupar. - ¿Dónde estabas?
  •           Tenía que ir a un sitio – no paraba de sonreír. – He ampliado y enmarcado una foto. ¿Venís a verla?


     Corrimos junto a ella y entramos al salón. Mi madre se colocó en la pared donde había mil fotos nuestras e hizo un hueco. Cogió un par de clavos y en un abrir y cerrar de ojos vimos una de las fotos más bonitas de mis abuelos. Quizá no era perfecta, pero sin duda era la más bonita, ideal para ponerla al lado de las fotos de toda la familia.



     Es un capítulo corto y caca... Sorry