martes, 26 de julio de 2011

Capítulo 12

La semana pasó volando. Iba a clase, quedaba con Anne, jugaba con mi hermano y tocaba la guitarra. El martes hablé con Dougie y me dijo que me aprendiera una de sus canciones: Star girl. No me dijo el motivo, solo que tenía que saberme los acordes y la letra. Me pasé todas las tardes practicando, quería que me saliera perfecta.

Llegó el sábado y me desperté sin sentirme más vieja ni nada por el estilo. Bueno sí, me sentía muy feliz, y para mí, eso bastaba. Me puse un vestido y unas sandalias y me recogí el pelo en una trenza. Quería estar guapa por mi cumpleaños. Cogí las cosas y bajé al salón para esperar a mi tío. Estaba un poco nerviosa, Doug me había dicho que me aprendiera aquella canción, pero no me dijo el motivo, y desde que hablamos no paraba de pensar en ello. Oí una bocina y salí de casa. Ahí estaba él, con una gran sonrisa. Entré en el coche y nos fuimos.

- ¡Felicidades pequeña!

- ¡Oh! Pensaba que no te acordarías. – bromeé y los dos reímos.

- ¡Claro que me he acordado! Soy viejo, pero aún me acuerdo de las cosas importantes. ¿Qué tal tu día? ¿Has dormido bien? ¿Te sientes más vieja?

- He dormido muy bien y no, no me siento más mayor.

- Eso está bien. Ser viejo no mola nada. Disfruta de la juventud tú que puedes.

- ¡Tampoco eras tan viejo! – reí y él me miró divertido.

Llegamos a la casa de la abuela y entramos juntos. Ese día noté algo raro, parecía diferente. Miré por todas partes pero no vi nada. Pero en ese momento oí una carcajada muy sonora. Miré extrañada a Doug y él me sonrió.

- Tengo un regalo muy especial para ti. Ven, sígueme.

Andamos por toda la casa hasta una habitación con la puerta entornada. Doug la abrió y dejó que yo pasara. Entré despacio y me quedé muda. A la izquierda estaba mi abuela, sentada en una butaca, muy sonriente. Y cuando miré a la derecha vi a dos hombres que no reconocí. Doug carraspeó y ellos dejaron de reírse. Se volvieron y me miraron.

- ¡Hola Sam! ¡Felicidades! ¡Cuánto has crecido! – dijo uno de los hombres.

- ¡Felicidades! – dijo el otro con una gran sonrisa.

- Gracias – no supe qué más decir.

- Sam, ellos son Danny y Harry. – y me saludaron con la mano al oír sus nombres.

- Increíble – dije muy sorprendida. Y todos los de la habitación se empezaron a reír.

- Veo que ya nos conoces. – dijo Harry.

- Bueno, Doug me enseñó videos vuestros. Pero no os he reconocido. – y me sonrojé.

- Tranquila, es normal. ¡Somos unos vejestorios! – dijo Danny riéndose de una manera un poco peculiar.

- Bueno Sam. ¿Quieres tu sorpresa o no? – dijo Doug acercándose a mí.

- Sí, claro. – dije un poco nerviosa.

- Siéntate al lado de tu abuela y disfruta.

Me acerqué donde estaba mi abuela y le di un beso. Me senté en la otra butaca y esperé. Danny y Dougie salieron de la habitación. Harry se apartó un poco y se apoyó en una pared. Estaba muy mayor, pero tenía algo especial en la mirada. Unos minutos después entraron mi tío y Danny, y para mi sorpresa llevaban dos instrumentos. Danny llevaba una guitarra un poco vieja y Dougie llevaba un bajo. ¿Qué estaba pasando ahí? Los dos me sonrieron y se sentaron en unas sillas que había delante de mí. Afinaron sus respectivos instrumentos y se miraron. Iban a tocar para mí, ese era mi regalo. Cuando lo entendí todo, miré a mi tío y le dediqué una gran sonrisa. Él me miró y me la devolvió. Entonces Danny habló.

- Señores y señorita, - dijo mirándome - bienvenidos al concierto privado de Mcfly dedicado especialmente para ti Sam. Muchas felicidades y espero que te guste.

Y al terminar de hablar empezó a tocar la guitarra. Le había visto hacer lo mismo en varios videos, pero verlo en directo era impresionante. Su voz apenas había cambiado, se le notaban los años, pero seguía siendo una voz muy potente. Reconocí la canción, era Lies. Cuando acabaron tocaron: Five colours in her hair, Friday night, Transylvania y Smile. Después de esta última se quedaron callados. Parecía que habían terminado. Había sido perfecto, el mejor regalo de cumpleaños que podía tener. Pero la cosa no acabó ahí. Dougie se levantó, se dirigió a mí y me tendió la mano.

- Qué te parece si nos ayudas con la siguiente canción.

- ¿Yo? ¿Ayudaros? ¡Pero si yo no sé tocar!

- Seguro que ésta la sabes tocar perfectamente. Anda, ven. Siéntate al lado de Danny.

Me senté donde me dijo y él se sentó a mi otro lado. Estaba entre dos artistas y me habían pedido que les ayudara yo, una chica que solo se sabía un par de canciones. Miré a Danny y esté me susurró en el oído: “Star girl”. Era la canción que me había dicho Dougie que me aprendiera. Nos miramos y sonreímos. Afiné un poco mi guitarra y empezamos a tocarla, sonaba maravilloso. Estaba un poco nerviosa, pero mi tío no paraba de mirarme y de darme fuerzas. Cuando terminamos, Harry y la abuela no paraban de aplaudirnos. Había sido increíble, perfecto. Ya tenía ganas de repetirlo. Me levanté y abracé a Doug. Quería agradecérselo.

- Espera Sam. ¡Aún hay más sorpresas! – dijo mientras se levantaba de la silla y salía de la habitación. – ¡Harry! ¡Tápale los ojos! – y él obedeció.

- ¡Eh! ¿Qué está pasando aquí?

- Lo siento Sam. Son órdenes de tu tío. – y me tapó los ojos con sus ancianas manos.

Esperé unos segundos y oí que Dougie entraba. ¡Por fin! Noté que se acercaba a mí. Unas manos me estiraron los brazos, como para coger algo. Y, entonces, sentí que algo caía despacio entre mis manos. Era un objeto un poco pesado. Harry me destapó los ojos y miré el objeto. Era una guitarra.

- ¿Y esto? – pregunté un poco confusa.

- Ese regalo es mío. – dijo mi abuela desde la butaca.

Me giré y vi que tenía los ojos llorosos. Le pasé la guitarra a Doug y me acerqué a ella. Nos abrazamos y le di muchos besos. Oí alguna risa detrás de mí y paré. Me aparté un poco y le di las gracias a mi abuela.

- Espera cariño, aún no te he explicado la razón de ese regalo.

- ¿No es porque quieres que siga tocando la guitarra?

- Bueno sí. Pero hay algo más. Esa guitarra era de tu abuelo. Y ahora quiero que la tengas tú.

- ¿Qué? ¿Es la guitarra del abuelo? ¿Enserio? – y me levanté para cogerla entre mis manos. Segundos antes me había parecido preciosa, pero ahora tenía un significado especial. Era de mi abuelo.

- Estaba en un cuarto muerta de asco. Así que le dije a tu tío que la sacara, le quitara el polvo y la arreglara un poco. Y ahora es tuya. ¿Me prometes que la cuidarás y que no pararás de tocarla?

- ¡Te lo prometo! ¡Gracias, muchas gracias! Es el mejor regalo que me podías hacer. ¡Gracias! – y volví a darle un beso.

- De nada cielo.

- ¡Tócanos algo! – dijo Danny.

- A ver… Qué os puedo tocar – dije pensativa.

- ¿No has aprendido ninguna canción estos días? – esta vez fue Dougie el que habló.

- A parte de Star girl, una canción más. También es vuestra. A ver si me acuerdo – y empecé a recordar sus acordes y la letra.

Me senté en una de las sillas y todos se pusieron delante de mí, para disfrutarlo mejor. Empecé a tocar los primeros acordes. Sí, sonaba bien la guitarra. Cerré los ojos para concentrarme y empecé la canción. Era una canción muy bonita, llena de sentimientos. Cuando conseguí tocarla por primera vez, lloré. En esos momentos significaba mucho para mí. Seguí tocando la guitarra sin abrir los ojos. Si lo hacía acabaría llorando. Terminé la canción y no oí nada, estaba todo en silencio. Decidí abrirlos y lo que vi me emocionó mucho. La abuela estaba limpiándose las lágrimas. Harry tenía la mirada perdida, pero podía ver que había tristeza en sus ojos. Danny miraba por la ventana, también tenía un par de lágrimas recorriéndole la cara. Y por fin miré a Doug. Tenía el rostro entre las manos. Parecía haber estado llorando durante toda la canción. Me levanté y dejé la guitarra apoyada en la pared.

- ¿No os ha gustado? – pregunté con un tono muy bajo.

- Sam. ¿Te acuerdas de la canción que pasé rápido el otro día? – dijo Dougie levantando la cara y mirándome fijamente.

- Sí, parecía que no la quisieras escuchar.

- No fue por eso. Esa canción es muy especial, tiene mucho significado. La escribió tu abuelo para nosotros. Y cada vez que la escucho me acuerdo de él y no puedo evitar llorar – se levantó despacio y me abrazó.

- Siento haber tocado justo esta canción.

- No pequeña. No estamos así por eso. Nos hemos emocionado porque cuando estabas cantando eras la viva imagen de tu abuelo. Ha sido algo muy bonito y emotivo. Los tres te damos las gracias por haberla tocado – y vi que Harry y Danny asentían.

- ¿Puedo preguntar una cosa?

- Claro. ¿Qué quieres saber?

- Cuando encontré esta canción ponía thnl. ¿Qué quiere decir?

- The heart never lies – dijo Doug dándome un beso en la frente.

lunes, 18 de julio de 2011

Capítulo 11. POV Sam

Cuando me desperté vi que mi abuela seguía teniendo la foto entre sus manos. Le miré más atentamente y vi que seguía durmiendo. Me levanté con mucho cuidado y me asomé a la ventana. Ya era de día. Bajé a por mi mochila y me cambié de ropa, me puse algo más cómodo. No se oía nada. Busqué por todas partes a Doug y lo encontré sentado en la terraza leyendo el periódico.

- ¡Buenos días! – dije acercándome a él y abrazándole por la espalda.

- ¡Buenos días Sam! ¿Cuándo te has cambiado de ropa? – preguntó extrañado.

- Ahora mismo, ¿por?

- No, por nada. Ayer subí para ver si todo iba bien y os vi a las dos dormidas. – dijo con una gran sonrisa.

- Sí, creo que las emociones de ayer nos hicieron caer en un sueño muy profundo.

- ¿Has desayunado? Tienes cereales si te gustan.

- Siempre desayuno cereales. ¡Me encantan! – y rió mientras yo me metía en la casa para comer algo. Estaba realmente hambrienta.

Desayuné junto a mi tío. Volvimos a hablar sobre mi abuelo y sus amigos. Me contó alguna anécdota sobre ellos y yo mientras le escuchaba atentamente. Me encantaba escucharle, me contaba cosas muy interesantes y divertidas. Incluso me reveló que en más de una ocasión acabaron todos desnudos y dándose con una toalla. Me empecé a reír como una histérica. Se notaba que los cuatro estaban muy unidos. Ojala hubiera vivido aquella época para haberles visto.

Doug cogió su ordenador y me puso algún video de sus conciertos. Era increíble. Ellos dándolo todo en el escenario y todos sus fans saltando y cantando con ellos. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Después de los conciertos me puso videos de ellos en los que solo hacían tonterías. Yo me reía al verles haciendo el tonto, y mi tío reía al recordar esos momentos tan preciados para él. En el siguiente vi un video en donde estaban felicitando a mi abuelo por su cumpleaños. En ese momento me di cuenta de una cosa.

- ¡La semana que viene es mi cumpleaños! – grité.

- No me acordaba. Hace tanto que no te felicito.

- A mí también se me había olvidado. Esta casa es como una burbuja que te atrapa y te aleja de todo. – dije sonriendo a mi tío.

- Tienes toda la razón. Siempre que he estado en esta casa se me ha pasado el tiempo volando. Y nunca sabía muy bien en qué día estábamos.

Seguimos charlando sobre nuestros cumpleaños y lo que me gustaría hacer para el mío. Le dije que nunca solía hacer nada especial. Doug se encogió apenado y volvió a ponerme esos videos tan divertidos.

El tiempo pasó y se hizo casi la hora de comer. Aunque no quisiera admitirlo, era hora de volver a casa. Subí al cuarto de mi abuela y me despedí con un beso y un volveré muy pronto. Cogí mis cosas y Doug me acercó a casa.

- ¿Te veré pronto? – dijo sin dejar de sonreírme.

- El sábado es mi cumpleaños y me gustaría pasarlo con la abuela y contigo. ¿Te parece? – dije emocionada.

- ¡Me encanta la idea! Pues hasta el sábado. – y me dio un beso en la cabeza a modo de despedida.

Salí del coche y me giré para volver a decirle adiós. Él se alejó y yo me metí en casa. Al otro lado de la puerta estaba mi familia comiendo, pero Tom fue el único que me saludó. Dejó de comer y vino corriendo para abrazarme. Le di un beso y me dirigí a la mesa. Mis padres me dijeron hola sin mirarme y siguieron comiendo. Me senté y terminé de comer con ellos. Cuando acabamos subí al cuarto, quería aprender a tocar otra canción para la abuela. Encendí el ordenador, busqué alguna canción y pensé que sería buena idea aprenderme alguna de mi abuelo. Busqué los acordes y empecé a afinar la guitarra. El sábado iba a ser un día muy especial.

jueves, 14 de julio de 2011

Capítulo 10. POV Gio

Habían pasado un par de meses desde que empezamos a vernos. Los dos habíamos aprobado todos los exámenes. Era verano, así que cada uno se fue a su lugar de vacaciones, él se fue a su pueblo y yo me quedé en Londres. Me gustaba mucho quedarme en mi ciudad durante un tiempo, antes de irme a casa de mis abuelos.

Llevábamos una semana sin vernos, pero no había un solo día que no habláramos. Nos tirábamos horas al teléfono. En realidad ya no teníamos nada nuevo que contarnos, pero nos encantaba hablar, bromear, recomendarnos libros y películas. Todas las mañanas me levantaba con una sonrisa porque sabía que en unas horas hablaría con él. Las cosas habían cambiado mucho. Ahora nos gustábamos, y los dos lo sabíamos. Pero ninguno se atrevía a dar un paso más.

Pero ese día fue diferente. Me llamó cuando yo aún estaba durmiendo. Miré el número y no era el suyo. Qué raro, pensé.

- ¿Diga? – dije entre bostezos.

- ¡Buenos días dormilona! ¡Hace un gran día! ¿Por qué no te cambias y sales a dar un paseo? Quién sabe, igual tienes una sorpresa esperándote en la puerta.

Colgó y yo empecé a ponerme nerviosa. ¿Qué estaba pasando? ¿Me habría enviado algo? Abrí el armario y miré toda la ropa que tenía. Volvía a hacer calor, así que me puse un vestido blanco que me llegaba por encima de las rodillas y unas sandalias azules que iban a juego con la flor que me puse en el pelo, a modo de horquilla. Bajé rápida a la cocina y pegué un trago de zumo. Ya estaba lista. Me acerqué a la puerta principal y la abrí poco a poco. Pero para mi sorpresa, ahí no había nada. Qué desilusión. Pensaba que Tom me habría dejado algo, pero no era así. Así que ya que estaba fuera, decidí dar un paseo, para airearme un poco.

Cuando iba andando noté que alguien me tocaba el hombro. Me asusté y me giré poco a poco. ¡Y menuda sorpresa me llevé!

- ¡Tom! ¿Qué haces aquí?- le pregunté mientras me acercaba a él y le abrazaba.

- Quería sorprenderte. ¿Qué tal has dormido?

- Muy bien. Vaya, no me esperaba para nada esta sorpresa. – y empezamos a caminar.

- Tenía muchas ganas de verte. – me dijo mientras se ponía muy rojo.

- ¡Yo también! ¿Te quedas todo el día? ¿Cuándo te vas?

- Me voy mañana. Así que aprovechemos el día de hoy. – y me sonrió. Cómo echaba de menos esa sonrisa tan perfecta. ¡Y ese hoyuelo tan único e increíble!

Seguimos caminando hasta que llegamos a un parque. Nos sentamos en el césped y estuvimos hablando durante horas. Cuando empezamos a tener hambre, Tom se acercó a un puesto de comida y trajo dos perritos calientes. Yo no pude acabarme el mío, así que se lo di, ya que parecía seguir teniendo hambre. Cuando acabamos, él se tumbó y yo me apoyé en su pecho. Empezó a jugar con mi pelo. Estaba muy callado, demasiado para ser él.

- ¿Ocurre algo? – le pregunté irguiéndome para mirarle a la cara.

- No, nada. Tranquila. – y me dedicó una tímida sonrisa.

- Por cierto. Esta mañana, ¿desde dónde me has llamado?

- Desde una cabina. – dijo divertido – Vine ayer y como tenía que ser una sorpresa, pues te he llamado desde la cabina que hay en tu calle.

Continuamos así hasta que se hizo de noche. Nos levantamos y empezamos a andar. Cuando llegamos hasta mi casa, fui a despedirme. Me acerqué para darle un abrazo pero me paró.

- Espera, la sorpresa no acaba aquí.

Le miré con cara rara, pero él se rió y se acercó a mí. Tenía algo en las manos. ¿Era una venda? Me la enseñó y dejé que me la pusiera. Extendí los brazos instintivamente y noté que él me cogía la mano con delicadeza. Empezamos a andar muy despacio. Oí que sacaba unas llaves y supuse que serían las de su coche. Abrió la puerta y me ayudó a entrar. Dio la vuelta y abrió la puerta del conductor. Arrancó el coche y empezó a moverse. ¿A dónde me estaría llevando? Durante el trayecto fuimos en silencio. No tenía ni idea de dónde estábamos. Paró el coche y se bajó. Abrió mi puerta y me ayudó a bajar. Me susurró que ya faltaba poco. Abrió otra puerta y me hizo entrar. Subimos en un ascensor. Supuse que estaríamos muy altos porque tardamos mucho en llegar a nuestro destino. Cuando salimos, nos quedamos quietos durante unos segundos. Él sacó las llaves y abrió la última puerta. Entramos despacio y me dejó unos segundos sola. No se oía nada. Después de un momento, que a mí me pareció eterno, oí su voz.

- Ya puedes quitarte la venda. – su voz sonaba un poco alejada.

Me la quité y pestañeé varias veces. No podía ser verdad lo que había allí dentro. Era un salón gigantesco, todo repleto de velas. Mirase por donde mirase había velas. Era increíble lo que había hecho. No era capaz de reaccionar, era demasiado para mí. Él lo notó y se acercó lentamente hacia mí. Cuando ya estaba a escasos centímetros, me miró a los ojos y me cogió de la mano. Parece que la sorpresa no acababa ahí. Salimos a una terraza enorme. Nos acercamos y me asomé. Eran unas vistas preciosas. Se veía el centro de Londres, con su tráfico, sus luces, y su gente. Era demasiado hermoso. Todo lo que estaba viendo parecía sacado de un sueño. Tenía miedo de despertar, así que me agarré fuerte a la barandilla para no desaparecer y despertarme en mi cama.

Miré de reojo a mi alrededor y no vi por ninguna parte a Tom. Pero justo en ese momento noté que lo tenía detrás de mí. Se estaba acercando muy despacio. Me acarició la espalda y yo sentí que un escalofrío empezó a recorrer todo mi cuerpo. Me giré y vi que volvía a tener algo en las manos. Cuando vi qué era empezaron a caerme lágrimas. Estaba siendo todo tan perfecto. Primero pasamos juntos todo el día, después las velas y las vistas, y ahora, el chico más increíble del mundo me estaba regalando una rosa. La cogí y volví a derramar un par de lágrimas. Él se acercó un poco más a mí y me alzó la cara para que le mirara, ya que yo la había agachado para intentar esconder las lágrimas. Dio un paso más y se quedó tan cerca de mí que notaba su aliento en mi pelo. Con una mano empezó a acariciarme y con la otra me acercó a él. Se notaba que estaba nervioso. Sus manos no paraban de temblar. Le miré a los ojos y le sonreí, para darle fuerzas. Acercó su cara a la mía, y aunque dudó unos instantes, no vaciló cuando me besó. Fue el beso más dulce y bonito que recuerdo. Fue corto pero intenso. En esos momentos no necesitábamos más.

Nos apartamos poco a poco. Tom tardó unos segundos en abrir los ojo, pero cuando lo hizo, apareció su hoyuelo, no dejaba de sonreír. Me cogió la cintura e hizo que entráramos dentro. Fuimos hacia un comedor, donde ya no había tantas velas. Otra sorpresa más. La mesa estaba puesta, había muchos platos, copas, flores en un jarrón y pétalos de rosas esparcidos por toda la mesa. Estaba siendo el mejor día de mi vida. Nos sentamos y empezamos a comer. Todo estaba riquísimo. Seguro que él no lo había hecho, en otras ocasiones me había demostrado que era un pésimo cocinero. Terminamos de cenar y ya era hora de volver a casa, o si no mis padres se empezarían a preocupar.

Volvimos en su coche, pero esta vez sí que podía ver el camino. No tardamos mucho en llegar. Bajamos y nos dirigimos al portal. Ninguno de los dos sabíamos muy bien qué decir, no queríamos estropearlo diciendo cualquier tontería. Me acerqué a él y le di un rápido beso en los labios. Cuando fui a separarme, Tom me cogió de la cintura y me acercó a él. Me dio un beso más largo y me susurró en el oído:

- Te quiero.

Después de terminar la historia vi que Sam tenía la cara llena de lágrimas. Esperé a que se tranquilizara y le cogí la mano.

- ¡Ha sido precioso! Ni en las películas es tan bonito. – me dio un beso y dijo en un susurro – Abuela, te quiero.

- Y yo a ti, cariño.

Y como era ya tarde, nos quedamos dormidas con la foto entre mis manos.

sábado, 9 de julio de 2011

Capítulo 9. POV Sam

Después de que la abuela me contara la historia, bajé a comer algo y a hablar un rato con mi tío. Le encontré en la habitación más alejada de la casa. ¿Qué estaría haciendo? Estaba sentado en una silla, en medio del cuarto. Miré por toda la habitación, pero no vi nada.

- Esta era mi antigua habitación. – me dijo levantando la cabeza y mirándome.

- ¿Tú has vivido aquí?

- Sí, cuando aún éramos jóvenes. – y me sonrió. – Tuve una mala época y tus abuelos me acogieron en su casa. – dejó de sonreír y yo me acerqué. Entonces me acordé de algo que me había dicho mi abuela.

- ¿El abuelo tocaba bien la guitarra?

- ¿No lo sabías? – y su dulce sonrisa volvió a aparecer.

- No. Mi madre nunca me habló de él. – se levantó de la silla y me abrazó.

- Tu abuelo era uno de los mejores guitarristas de nuestra generación. Espera, ahora vengo.

Salió de la habitación y me quedé sola, mirando por la ventana. Desde ahí se podía ver el jardín. Ahora estaba un poco descuidado, pero yo recordaba que era muy bonito, lleno de flores y animales. Me quedé pensativa hasta que una voz me asustó. Era mi tío, que ya había vuelto con un ordenador portátil. Lo abrió y me dijo que me acercara.

- Escucha. – y empezó a sonar una canción.

Lo primero que escuché fue un par de guitarras. Luego se escuchó la batería y una voz. Se notaba que era de un chico bastante joven. Después empezó a cantar otra voz completamente diferente. ¿Sería alguna de esas voces la de mi abuelo? Esperé a que terminara la canción.

- Se llama That girl. Es una de las primeras canciones que tu abuelo escribió. – me quedé perpleja. ¿Mi abuelo también había escrito canciones?

- ¿Qué más sabes de mi abuelo? En la canción hay más voces e instrumentos. ¿Tenía un grupo? – y vi que su mirada se iluminó.

- Creo que te tengo que contar muchas cosas.

- ¡Cuéntamelas, por favor!

- Vale, pero aquí no. Vamos al salón. – y nos dirigimos al gran sofá, donde nos pusimos cómodos.

- Quiero saberlo todo. ¡Cuéntamelo! – y Dougie soltó una carcajada.

- Tú abuelo fue miembro de una banda.

- ¿Cómo se llamaba? – le pregunté sin dejarle continuar.

- Mcfly.

- Pues la verdad es que no me suena.

- Lo sé, hace mucho que no suenan nuestras canciones.

- ¿Vuestras canciones? ¿Tú también? ¿Por qué no me lo has dicho antes? – y le miré perpleja.

- Sí, yo era el bajista. – y su expresión pasó de alegría a orgullo.

- ¿Y mi abuelo?

- Él era el guitarrista y cantante, junto a Danny, que era el otro guitarrista.

- ¿Y quién tocaba la batería?

- Harry. – y empezó a reírse.

- ¿Qué pasa?

- Por una parte me hace gracia que nos acabes de descubrir, pero también me apena. Hace muchos años que no tocamos. Desde que… - y no terminó la frase.

- Desde que mi abuelo murió. Lo siento.

- No te preocupes pequeña.

- ¡Ponme otra canción! ¿Cuántos discos tenéis? ¿Erais famosos?

- Tranquila, tenemos todo el fin de semana para que te lo cuente todo. – dijo señalando la mochila que había dejado yo antes en el suelo.

- Tienes razón. ¿Tienes hambre?

- Me muero de hambre. ¿Sabes cocinar?

- Algo sé hacer. Espera aquí. Hago la comida y me sigues contando.

Y mientras yo me dirigía a la cocina, mi tío Doug puso otra canción. Tenía mucho ritmo, así que entré en la cocina bailando, mientras oía la risa de Dougie.

Después de comer, Dougie siguió contándome cosas de ellos. Me dijo que mi abuelo iba a pertenecer a otra banda, pero que al final le dijeron que no y entonces formó el grupo que iba a cambiar sus vidas, la de los cuatro. Ninguno se conocía antes de ser Mcfly, cada uno fue llegando en un momento concreto. A Danny lo conoció por casualidad, y después de estar un tiempo juntos, componiendo canciones, llegaron Harry y Dougie. Me reí mucho cuando me dijo que él fue porque vio un anuncio en una revista y que cuando vio a mi abuelo y a Danny entrar, vomitó. La verdad es que no me imaginaba a mi tío asustado y tímido, parecía todo lo contrario.

Me puso más canciones. Había algunas que me hacían llorar, eran demasiado bonitas. En cambio, otras me hacían saltar y bailar. Tenían canciones muy buenas. Cuando llegó a una canción la pasó rápido. Parecía que no quería escucharla. Le miré para averiguar por qué lo había hecho, pero giró la cara y se limpió un par de lágrimas que se le habían escapado.

- ¿Por qué no subes un rato con tu abuela? Seguro que ya se ha despertado.

- Sí, sí. Que me tiene que seguir contando cosas. – y le di un beso en la mejilla.

Subí corriendo las escaleras y me paré en la puerta. Entré sin hacer ruido por si seguía durmiendo, pero cuando asomé la cabeza vi que ya estaba despierta. Se había erguido un poco y estaba observando la foto. Cerré la puerta y me tumbé en la cama. Le di un beso y me acurruqué a su lado.

- Me ha dicho Doug que el abuelo y él tocaban en un grupo. Me ha puesto canciones y la verdad es que, ¡son geniales!

- Sí, eran muy buenos. – me dijo apenada.

- ¿Qué te parece si me sigues contando vuestra historia?

- Me parece una gran idea. Deja que recuerde. ¡Ah! Te contaré la primera vez que me besó.